Existe la creencia común de que existen los "buenos" y los "malos" negocios y que la habilidad de un empresario consiste en descubrir los negocios buenos y evitar los malos. Por eso popularmente se cree que a los empresarios inteligentes les va bien y a los tontos les va mal.
Desgraciadamente el asunto no es tan sencillo. Si esto fuera cierto el mundo estaría repleto de empresarios multimillonarios, ya que después de tantos siglos es muy poco lo que queda por descubrir, esta creencia ha hecho la fortuna de miles de "gurus de la administración" que escriben libros muy convincentes con las recetas para tener éxito en los negocios.
Lo que explica porqué a personas inteligentes no siempre les va bien y porqué otros sin inteligencia alcancazan el éxito es el azar inherente a toda empresa.
En nuestra vida diaria corremos riesgos constantemente, es imposible evitar todos los riesgos pero si podríamos vivir tan seguros como nos sea posible. Ahora bien, la máxima seguridad la alcanzaríamos al no hacer absolutamente nada.
El dilema del empresario, en los negocios y en la vida, es encontrar hasta qué punto está dispuesto a arriesgarse: "Un empresario sabe correr riesgos calculados.. No rehusa los desafíos, pero no es un jugador. Evita las situaciones en que el riesgo es muy pequeño, porque no entrañan ningún reto y no prometen gran cosa. También evita las situaciones en que el riesgo es excesivo, porque lo que quiere es triunfar. Evaluá con realismo los riesgos que vale la pena correr".
Esa es la teoría, sin embargo en la práctica determinar en que medida un riesgo es "calculado" o "razonable" resulta imposible. La verdad es que cada uno determina el grado de riesgo que está dispuesto a correr.
Sin embargo hay un factor característico de los buenos empresarios: están siempre dispuestos a aceptar la posibilidad del fracaso, de asumir el fracaso y no culpar a otros o a la mala suerte cuando las cosas no han resultado como esperaban, es por eso que un buen empresario debe ser una persona tenaz, persistente. Si se descorazona con facilidad lo más probable es que termine buscando la seguridad de un sueldo fijo .
Es bastante dudoso definir que riesgos son razonables o no, cuales vale la pena correr y cuales no, especialmente si consideramos que la mayor utilidad, el mayor logro siempre está aparejado a riesgos altos. Muy poca gente está dispuesta a correr riesgos y muchos menos están dispuestos a a hacerse "personalmente responsables" de las consecuencias de sus decisiones. Por eso hay un gran campo abierto a los que no tienen miedo de arriesgarse.
La lógica dice que un pequeño empresario tiene mucho menos que perder que uno grande y por lo tanto debería estar dispuesto a correr los mayores riesgos. En la práctica sin embargo ocurre todo lo contrario, el empresario pequeño es el que tiene mayor aversión al riesgo. En la medida que se tenga audacia, persistencia y se esté dispuesto a asumir las consecuencias del fracaso mayores serán las posibilidades de éxito en la pequeña empresa.
Pero cuidado, la disposición al riesgo tiene que estar siempre acompañada de realismo y capacidad de analizar friamente las situaciones. Ese es el punto que diferencia a un empresario de un jugador (que en lo demás son bastante parecidos): el jugador juega por la emoción, el empresario juega por cálculo y para ganar.
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